Acabo de terminar de leer la última novela de Umberto Eco, El cementerio de Praga. Una historia que narra las peripecias de un “falsificador” e “inventor” de historias para estafar y engañar a personas, instituciones, etc.
Aunque el protagonista trabaja y falsifica para cualquier truhán y con diferentes fines: los judíos y los masones son las dos comunidades principales objeto de sus fraudes, para ello inventa las historias más rocambolescas o falsifica los documentos más inverosímiles con el objetivo fundamental de hacerlos responsables de los males y desgracias de la sociedad europea de su tiempo.No duda en dar fe de complots inexistentes, fomenta intrigas o difama a las grandes figuras de la política europea.
Lo que parece una historia inventada para explicar el origen del racismo y la intolerancia de la sociedad de finales del siglo XIX, que luego se prolonga y tiene su cenit con los pogromos y genocidios nazis, se pone de rabiosa actualidad al conocer estos días las declaraciones del disidente irakí Al-Janabi, manifestando que había mentido sobre la existencia de armas de destrucción masiva en su país, y que esto era sabido por la CIA y el Pentágono.
Al saberse esta “manipulación odiosa”, algunos dirigentes de la anterior administración estadounidense han declarado que la guerra estaba “justificada” para derrocar al dictador Sadam Hussein.
La muerte y la destrucción llevadas a cabo en Irak sólo tuvieron una razón: el saqueo de su riqueza petrolífera; las mismas razones que llevan a los gobiernos occidentales a justificar las dictaduras del mundo árabe que el pueblo se ha cansado de aguantar y están intentando derrocar.
Los ciudadanos deberíamos pedir cuentas a nuestros políticos de entonces y señalarles como Zola en su “Yo acuso”: Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro del inocente que expía a lo lejos cruelmente torturado, un crimen que no ha cometido.
Aznar, Blair, Buch yo os acuso…..
LA BROCHA NEWS